Patrimonio del Vino

La Ruta del Vino de Ronda y Málaga (RVRM) se sitúa en la provincia de Málaga y está integrada actualmente por los municipios de Almáchar, Arriate, Cómpeta, El Borge, Málaga, Manilva, Moclinejo, Mollina, Ronda y Sayalonga. En total, aglutina cinco zonas de producción vitivinícola: Axarquía, Serranía de Ronda, Manilva,  Montes de Málaga y Norte. Su producción forma parte de tres denominaciones de origen: DO Málaga, DO Sierras de Málaga y DO Pasas de Málaga.

El vino a lo largo de su dilatada historia ha adoptado múltiples funciones: ceremonial, simbólica, religiosa, complemento alimenticio, medicamento antiséptico, etc.

Son varias las referencias arqueológicas y documentales que aseveran la larga tradición de nuestra provincia como tierra de vides y vinos. Las primeras se remontan a la llegada de los fenicios a sus costas allá por el s. VIII a.C., quienes no sólo introdujeron vinos procedentes del mediterráneo oriental, sino que además cultivaron la vid en asociación con las poblaciones autóctonas del interior.

Así mismo, tenemos claras referencias en la numismática de la ciudad ibero-romana de Acinipo (47- 44 a.C.), en el que se constata el tópico del racimo de uva en las acuñaciones monetales, lo que sin duda demuestra la importancia de la vid en la base económica de estas comunidades, hasta la existencia de restos de ánforas que tipológicamente se vinculan al vino o el propio topónimo de la ciudad.

Del mismo modo, en Málaga existen numerosos vestigios que dan a entender la importancia económica y social que tenía el vino en la época romana.
Un interesante testimonio data del Bajo Imperio Romano y consiste en depósito prismático de fermentación descubierto en Cártama, a unos treinta kilómetros de la capital.

El mundo del vino nos ha dejado pues, como no podía ser de otro modo, numerosos vestigios arqueológicos y arquitectónicos a lo largo de todo el territorio de Málaga, a los ya mencionados, debemos citar  los asentamientos fenicios de Morro de Mezquitilla, Malaka, Toscanos, Jardín, Casa de la Viña, Trayamar, Cerro del Villar, Chorreras e indígenas como los de Los Castillejos de Teba y Roja del Boquerón de Ardales, lugares donde se han encontrado numerosos restos de envases para el transporte y consumo de vino; o vestigios de producción vinícola como son los lagares de la Finca de San José en Cártama y de la Finca del Cortijo Morosanto en Ronda.

Sin duda, es la cultura clásica griega y romana la que revaloriza el mundo del vino. Este es una constante en la cultura mediterránea, desde la obra de Homero titulada “La Odisea “, en la que describe los vinos griegos o el propio Platón, que escribió sobre los gratificantes efectos del vino, pasando por el romano Horacio, en el que el vino es recurrente en su obra poética o hasta los verdaderos tratados de agricultura antigua.
En este sentido, Plinio El Viejo, en su Historia Natural dedica a la viticultura y el vino su libro XIV o el gaditano Lucio Iunio Moderato Columela, agrimensor del cambio de era, dedica en su tratado de agricultura, cuatro libros (IV, V, XII y sumario del libro de los árboles), para hablar sobre variedades de la vid, el cultivo de la viña, los trabajos en el viñedo, la vendimia y los cuidados del vino, entre otros aspectos.

Pero quizás más desconocida y a la vez interesante, sea la alabanza al vino por el mundo árabe. Curiosamente el dios Baco y el vino fueron los temas principales de la poesía árabe clásica, que llevó hasta su máximo esplendor una corriente poética iniciada en la Arabia preislámica. En este periodo, el vino es objeto y símbolo de vida y amor.

Dicha poesía supuso un serio desafío a la incipiente religión islámica. “Si muero enterradme con vino para que sus raíces puedan calmar la sed de mis huesos” imploraba el poeta Abu Mihjan Al-Thagafi.

En este sentido, también el califa Al- Walid Ibn Yazid exclama desafiando “Dadme vino, pues bien, sé que el infierno no existe”. También hay que destacar al poeta árabe Abu Nunas, autor de un libro de poemas sobre el vino titulado Khamriyyat.
Del mismo modo, en el siglo XIII el almeriense Ibn Luyun, en su tratado de agricultura dedica varios capítulos a la cava y limpieza de las viñas, al acodo de las vides, la poda, los injertos y el modo de prensar las uvas.

En las tierras malagueñas de Al andalus se siguió cultivando la viña para producir vino y pasas. El vino llamado xarab al malaquí se siguió consumiendo, fue muy famoso y cantado por los más destacados poetas. La pasificación de la uva, llamada en Málaga “Asoleo”, para la producción de pasas o de vino es una práctica proveniente del Oriente Medio y de forma especial se practicó en la comarca de la Axarquía caracterizada por ser un territorio con una compleja orografía y con grandes pendientes. Desde entonces ésta práctica no ha dejado de realizarse.

Tras los repartimientos de los Reyes Católicos los llamados señores de las viñas se organizaron en torno a una “Hermandad de Viñeros” para defender sus derechos ante la corona.

Pero, si existe una referencia clara sobre la importancia de la vid y del vino en nuestro territorio, esta es la que nos proporciona en el siglo XVI, las Ordenanzas Municipales de la Ciudad de Ronda y su jurisdicción, mandadas pregonar por orden del Rey D. Felipe, en la Plaza de Viva Rambla de la Ciudad de Granada en el año 1.568, en el que se definen los lugares que deberían ser pagos de viñas y olivares Así mismo, se ordena y manda que: “ninguna persona entre en heredad ajena a coger uva, ni rama, ni zepa, ni rodrigones, ni sarmiento, ni sacar planta sin licencia del dueño de la heredad”.

Del mismo modo, se regulan los jornales de los cortadores de uva, acarreadores y pisadores, así como la prohibición de introducir en la ciudad vino de fuera del término y jurisdicción de Ronda, salvo cuando existiera falta de vino en la ciudad, caso este en el que el Cabildo de la ciudad podrá dar licencia para que entre vino de fuera de su jurisdicción. Sin duda, una actitud proteccionista desde la administración pública para con los vinos de Ronda, que confirma la importancia económica del vino.

Así mismo, se rompe con el tópico de la exclusividad del vino blanco en la zona, cuando las ordenanzas regulan que:” ningún tabernero o bodegonero pueda tener dos vinos en su taberna vendiendo que sean ambos blancos o ambos tintos, pero permitimos que pueda vender un vino blanco y otro tinto en su taberna, so pena que el que vendiere dos vinos ambos blancos o ambos tintos pague 300 maravedíes”.

Otra importante referencia es de 1502, en la que los señores de las Viñas de Málaga se beneficiaron desde su petición de la cedula real emitida por los Reyes Católicos acerca del vedamiento y del meter del vino para la ciudad de Málaga…” por la que hicieron valer las prerrogativas de aquellos, constituyendo las primeras ordenanzas del vino de Málaga. El 30 de noviembre del mismo año, emiten otra Real Cédula por la que ratifica la anterior y dan licencia para dar a los vecinos de Málaga tierras y montes para plantarlos de viñas. Doña Juana de Castilla ratifica en 1513 los derechos de los Viñeros, así como Felipe III en 1608.

Así mismo se constata en Manilva documentación de inicios del siglo XVI cuando el Duque de Arcos, señor del Condado de Casares, a petición de sus vecinos dio tierras para el cultivo de Viñas.

La importancia del vino en la provincia fue tal que en época del rey Felipe III, se constituye formalmente la Hermandad Gremial de Viñeros, hermandad que subsiste en su faceta gremial en lo que hoy es el Consejo Regulador y en su faceta religiosa en la MUY ILUSTRE ANTIGUA Y VENERABLE Hermandad Sacramental de Ntro. Padre Jesús Nazareno de Viñeros, Ntra. Sra. del Traspaso y Soledad de Viñeros y S. Lorenzo Mártir.
Otros hitos de la historia de nuestros vinos se pueden sintetizar en las siguientes fechas:

El Vino de los Zares. En 1791 el señor Gálvez, embajador de España en Moscú, obsequió a la Zarina y Emperatriz de Rusia, Catalina II, con unas cajas de vino de Málaga, y fue tal el placer que le causaron, que eximió de impuestos a todos los vinos de Málaga que llegaran a su Imperio controlados por la Hermandad de Viñeros».

La Casa y Compañía de Comercio de Viñeros de Málaga. En 1806, por cédula Real se crea la Casa y Compañía de Comercio de Viñeros de Málaga, en la que …”para precaver en lo posible la adulteración de los frutos que expida la compañía, se pondrán sobre las vasijas, caxones o fardos que los contengan, marcas difíciles de falsificarse…”

El Reglamento de la Asociación Gremial de Criadores Exportadores de Vino de Málaga.  El 1 de Julio de 1900 aparece el Reglamento de la Asociación Gremial de Criadores Exportadores de Vino de Málaga, para velar por los intereses generales del comercio de vinos expidiendo certificados, nombrando árbitros y peritos y sobre todo, garantizando por medio de su sello de origen, la legitimidad de los vinos que exportaban.

La marca “Málaga”. La Asociación Gremial de Criadores Exportadores de Vinos de Málaga solicita el 5 de Febrero de 1924 la inscripción de la marca Málaga, que se publica en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial de fecha 16 de Marzo de 1924.

El Consejo Regulador de la D.O. Málaga. El 8 de Septiembre de 1933 se consiguió, a petición de los Gremios de Viñeros y Vinateros de Málaga, la creación del Consejo Regulador de la Denominación de Origen “Málaga”, cuyo primer reglamento fue publicado en la Gaceta de Madrid del 3 de Mayo de 1935.

Las Denominaciones de Origen “Málaga y “Sierras de Málaga”. El 9 de enero de 2001 aparece publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía el cuarto reglamento, en el que además se reconoce la D.O. Sierras de Málaga, viniéndose a llamar Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen «Málaga» y «Sierras de Málaga».

La Denominación de Origen “Pasas de Málaga” En 2004 se produce la fusión entre el Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen «Málaga» y «Sierras de Málaga» y el Consejo Regulador de la Denominación de Origen “Pasas de Málaga”, actualmente Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen «Málaga», «Sierras de Málaga» y “Pasas de Málaga”.